Uve de O
lunes, 9 de junio de 2014
viernes, 6 de junio de 2014
Una suave dosis de vida
PRIMER DIA
En una ladera de
esas idílicas que aparecen en una novela, comienza mi relato. Lorna, un pueblo
tristemente asentado en el lugar equivocado, parecía despedir la tarde como el
que se resigna a ser apagado.
Las costumbres
te pueden llevar a la peor de las desdichas, y también al mayor de los gozos.
Era sábado, eran las siete, eran las luces encendidas en la intimidad. Un
fuerte invierno amenazaba con instalarse a la vera de sus huesos, así que ya
todos habían almacenado leña en sus casas. Nadie hablaba más alto que otro a partir de
las siete y media, porque la luna se asentaba majestuosa y somnolienta.
Un segundo más y
el tambor de sus pensamientos empezaría a galopar, ya lo adivinaba al instante
y comenzaba a preparar con ritual dedicación su juego de cuchillos japoneses
del Teletienda. El placer de mimarlos con sus delicados dedos de pianista, como
el que acaricia las nalgas de su chica instantes antes de un gemido de orgasmo
aplacado, le hizo estremecer.
Cada tarde,
desde hace sesenta y ocho tardes, se ponía su jersey verde que hacía juego con
sus ojos de azul imposible, preparaba la mesa con dos velas blancas, llenaba la
casa de membrillos de olor amarillo, y se peinaba informal formalmente. Sentado
a la mesa, disfrutaba mirando al otro lado, al lugar donde el amor le sacaba la
lengua. Bebía sorbos poco a poco mientras sonreía con sus ojos a la belleza del
deseo y comía riendo las ingeniosas ideas de la sorpresa espontánea.
Cada tarde,
desde hace sesenta y ocho tardes, dormía con la esperanza de lo imaginado.
Y esa tarde, ya
era demasiado tarde. Su esperanza se escondía en los recodos del silencio y
amenazaba con pequeños suspiros con desaparecer para siempre. Al mismo tiempo
que la esperanza vuela hacia la ventana, te mira regalándote un pequeño aliento
para empujarte con un poco de rabia y tristeza por haber sido tan estúpido, y
eso es lo que Jairo vislumbró con desacierto enmascarado de una supuesta
inteligencia vital.
La bolsa de agua caliente, tampoco está mal
, pensó. Cogió el mando de su vida y le cambió las pilas al mando de la tele.
Sesenta y ocho tardes haciendo el lila eran suficientes. Hay cosas peores que
sentir que tu vida se ahoga en un vaso de leche caliente, por ejemplo, no saber
nadar en una taza de chocolate. En cualquier caso, una mujer en tu vida no
siempre ha de ser bueno.
Pensó entonces
en Obdulia, su vecina de al lado, la del peto vaquero y trenza hasta el culo.
Ella y sus cerdos salían todas las mañanas en fila india de la casa hasta la
plaza del pueblo para comprar el pan, y seguro que ellos estaban más que hartos
del paseíto.
Había cosas
peores que no tener novia , recordó entonces como Martín , llevaba doce años abandonado
pelando patatas en la puerta de su casa, sin pestañear, silbando la Donna e Mobile, y aunque
todos sospechaban que su esposa se había ido con un vendedor de marihuana, él
solo aceptaba que se había perdido en el bosque, pero que algún día regresaría.
Jairo
centrándose en el infinito de la pantalla tonta miraba más allá de los sonidos
y los colores, hasta el punto de desdibujar las figuras y desear con todo su
corazón que la tele explotase en mil pedazos, que todos los vecinos oyesen el
estruendo y que al día siguiente le preguntasen qué había sido eso. El como de costumbre,
no contestaría y ellos como de costumbre dirían entre susurros, este chico….
AL DIA SIGUIENTE
Al día
siguiente, Jairo decidió levantarse al primer aviso del despertador y no cómo
habitualmente que esperaba al segundo, así que tuvo un minuto más que decidió
aprovechar en decidir si se ponía los calcetines del mismo color, cosa que
decidió en menos de un minuto, -se los puso de distinto color… Salió a la calle
con un poco de desafío, con las gafas de sol de su padre, las que le regaló por
su cumpleaños. Por cierto Jairo acababa de cumplir 45 años, pero todos decían
que perfectamente podía decir que tenía 47, que es lo que aparentaba.
Su padre de 82
años, vivía en casa de Obdulia, le había alquilado una habitación con derecho a
baño y eso era algo que no era muy común en el pueblo que normalmente no tenías
derecho ni a baño, ni a ducha. Otra cosa era que te dejasen utilizar el water
en momentos delicados. Fue por ello que cuando Beni, montó el negocio de duchas
de alquiler, todos ya sabían que terminaría montándose en el dólar, y eso hizo.Se
montó y se piró sin dejar rastro, a la buena de Dios.
Volvamos a Jairo,
con sus gafas de sol azul turquesa de hortera feliz, se sentía feliz porque
francamente, se lo ponían fácil, todo el mundo sonreía al verle, y eso se acaba
pegando de alguna manera. Como de costumbre se acercó a la panadería a por su
donuts de los de verdad, y se puso a la cola. Obdulia, la casera de su padre: y
sus tres cerdos en fila india, eran en realidad toda la cola, pero debía
respetarla, era algo ya institucionalizado porque llevaban manteniendo esa cola
dieciocho años, y como la edad de un cerdo no asciende a tantos años pues el
pueblo pensaba que había gato encerrado.
Jairo se ponía a
una distancia prudencial porque nunca sabía como iban a reaccionar y por otra
parte los cerdos son salvajes por muy disciplinados que parezcan. Así que
pensaba que no sabía para que se había molestado en levantarse con un minuto de
adelanto si total su vida no iba a cambiar. Pero estaba equivocado. Si el lo
hubiese sabido, habría hecho exactamente lo mismo, pero es romántico pensar que
eres dueño de tu destino, aún sabiendo que todo está escrito. Había visto mil y
una películas de esas que todo es bonito incluso si pisas un charco y quería
que aunque fuese un minúsculo detalle de su vida se pareciese a esas películas
en blanco y negro que tanto se empeñaban en colorear. Mientras mordisqueaba su donuts pensaba que ya
nada para él tenía explicación. La vida era un sinsentido, mejor el suicidio.
Eso sí…, quería darle un significado especial. Algo por lo que le recordasen.
Recordó un anuncio publicitario que le cautivó. De nada servía que hicieses
grandes cosas si nadie te recordaba…Y él encima no había hecho grandes cosas…
Empezó a
imaginar como podría llevarlo a cabo, que mensaje dejar, como presentar el
cuerpo ante sus vecinos, quién lo encontraría, cómo avisarle, a quien le podría
importar, empezaba a ser complicado , tendría que estudiar el tema
detenidamente.
Necesitaba una
libreta.
Eso sería lo
primero que haría al día siguiente, el tercer día.
TERCER DÍA
Jairo se levantó
entusiasmado, al fin tenía un plan con un final perfectamente calculado y que
sólo dependía de él, con lo cual , estaría perfectamente trazado, podría
llevarlo a cabo sin tener en cuenta a otras personas, era su plan, su estudiado
y metódico plan. Se miró al espejo, se sentía diferente, había dormido a pierna
suelta, su pelo alborotado le hacía más joven, más atractivo, más no sé qué. Se
vistió acorde para comprar una libreta especial. Quizá también compraría un bolígrafo
especial. No eso sería demasiado, la becaria en prácticas de venta en la
papelería se percataría de qué algo estaba ocurriendo. Le miraría curiosa,
quizá lo mismo hasta le haría una pregunta que no vendría a cuento y eso haría
que se pusiese nervioso. No, definitivamente un bolígrafo especial, se salía de
los límites de la normalidad. Si le preguntaba para qué quería la libreta
podría inventarse cualquier tontería. Sí…, ¿pero qué tontería?. Pensaría en
ello de camino a la papelería. Iría en bici, si alguien le preguntaba por el
camino a dónde iba, podía salir escopetado y hablar cada vez más bajito como
que te alejas y ya no se oye la última palabra.
Entró en la
papelería sonriente, ya sabía lo que iba a decirle cuando le preguntase.
-Buenos dias
,qué deseas?- preguntó la becaria con un guión escrito bajo el mostrador.
-Hola buenos
días, pues mira quiero una libreta especial.-respondió Jairo contento de que
todo surgiese con normalidad.
-Muy bien. La
deseas de algún tamaño en particular?.
-Hmmm, no, nada
en particular, que sea especial,sólo.
-Ya….Tenemos
ésta de oferta- apuntó la becaria rápidamente-, viendo que sólo admitía
respuesta comodín del guión que le había preparado su jefe ,un anciano de edad
indefinida sentado en un banco atento a todo en su negocio.
- Ah…pues es
bien bonita. Me la quedo. ¿cuánto es?
-Pues mira son
trece euros y si pagas 15 te regalamos este bolígrafo haciendo juego.-soltó
avispada mirando de reojillo al anciano que asentía sonriente.
Jairo se quedó
pensativo, me lo ha puesto a huevo, decidió.
-Genial pero que
conste que yo no lo quería.
La becaria sin
salida inmediata miró al anciano y se quedó sin decir nada a Jairo que esperaba
su respuesta como quien espera que al menos se quede en tablas en una partida
de damas. Durante un minuto de intensa tensión soplaba el viento de la ladera
en Lorna haciendo que una mariposa de colores, no se podría decir de si cuatro
o cinco colores , se posaba en una pared blanca a punto de cambiar el sino de
Jairo. El anciano a punto de perder su paciencia se levantó a duras penas y se
dirigió al mostrador.
-Sr cliente, he
de decirle que en este establecimiento tiene usted derecho a presentar
cualquier reclamación que estime oportuna pero con el debido respeto, la
señorita lo está haciendo fenomenal y estando en un periodo de prueba como
becaria ,le pediría que le diese una oportunidad.
Jairo más
inquieto que aturdido por tal imprevisible situación, decidió dar una respuesta
escueta y simple.
-No voy a
presentar ninguna reclamación, deseo ese bolígrafo especial.
La becaria y el
anciano sonrieron aliviados .Jairo salió contento al fin y al cabo se llevaba
lo que realmente quería sin comerlo ni beberlo. Empezaba a pensar que realmente
estaba teniendo suerte. Esa noche estaba deseando lavarse los dientes para al fin
sentarse delante de la chimenea relajado y abrir su libreta especial nueva.
Mientras se miraba al espejo centrado en el infinito de su rostro impávido , subía
y bajaba el cepillo al ritmo desigual de su atolondrado cerebro que daba una y
mil vueltas en el sentido del reloj aunque no de las agujas. Coloreaba sus
pensamientos sobre quien podría ser el que encontrase su cadáver y sin saber
porqué le vino a la cabeza Dorotea, la mujer de casi noventa años que vivía en
el piso de arriba de su madre. Esta buena mujer todos los días le hacía la
misma pregunta a su paciente marido.
-¿te quiero
mucho?
-claro- asentía
sonriente Juan.
Le habían
informado en el programa de Alzheimer que dándole siempre una sonrisa de amor
en sus respuestas se podía retrasar en un diez por ciento el avance de la
enfermedad y él se la quería dar como si fuese un flechazo de esos que no es
que te abren el pecho si no que te operan a corazón abierto.
Claro que esa
señora no podría recordar y menos con el lujo de detalles que a él le gustaría,
cómo se había encontrado su cadáver y , bueno, quizá ni siquiera recordaría que
se lo había recordado. No, Dorotea no podría ser la elegida. Sentado frente a
la chimenea, quitó meticulosamente el cartoncillo que envolvía su libreta y
sacó el bolígrafo de obsequio de su cajita ideal. Lo puso sobre sus piernas y
suspiró contento mirando el fuego, mirando más allá de la luz, mirando viendo,
sonriendo a su futuro inmediato, a su importante decisión. Sonrió mirando sus
calcetines diferentes, rojo y verde, el terror de los daltónicos.
CUARTO DIA
Amanecía un
sosegado día para tan intrépida decisión. Faltaban dos días además para que
acabasen sus vacaciones con lo cual en breve se le complicarían un poquito más
las circunstancias. Sintió de repente un punzón en el estómago, nunca le había
gustado tener que dar explicaciones y era evidente que tendría que llamar a su
jefa Mari Pili un día antes con cualquier absurda excusa. Comprendió entonces
que no podía ser tan absurda porque no sabía exactamente cuantos días le
llevaría trazar su perfecto plan de suicidio y lo que no iba a hacer en
cualquier caso es seguir con su vida como si tal cosa. Se sorprendió a si mismo
dándose cuenta de que en realidad, dar clases de piano a niños de exclusión
social, no lo consideraba como un trabajo en si.
Se entristeció
al pensar que nadie más en el pueblo llevaría a cabo esa labor. Tenía que ir a
despedirse de ellos de alguna manera….subliminal. Quizá encontraría la forma de
hacérselo saber sólo a ellos, Quizá ellos le entenderían y aprobarían su
decisión.
No qué
tontería, como iban ellos a …Sonó el teléfono. Era Mari Pili. Su corazón se
puso a cincuentamil kilómetros por hora,
qué telepatía tenía la jodía pensó.
-Hola Mari Pili,
¿qué tal?- preguntó sin mucho entusiasmo.
-Hola Jairo. Te
llamo porque algo realmente horroroso ha sucedido. Te pediría que vengas al
centro de estudios. Estoy sobrecogida.
Jairo se quedó
mudo , aún así pudo responder.
-si claro, voy
para allá.
Mari Pili, era
un poco cursi y siempre utilizaba la expresión qué horror, pero algo
horroroso, era la primera vez que lo decía, así que Jairo agilizó el paso y
llamó fuertemente a la puerta en cuanto llegó.
Mari Pili abrió
pálida, con la expresión sobrecogida todavía en su cara y se echó a llorar
abrazándose a Jairo.
Jairo no sabía
qué decir, nisiquiera sabía si vendría a cuento darse de baja y era lo único en
lo que podía pensar.
-Jairooooo, es
horrorosoooo.
-Yo también
tengo que decirte algo Mari Pili-dijo sin darse tiempo a pensar qué narices iba
a decir.
-¿qué sucede
Jairo? no me asustes.
-Tu primero Mari
Pili
-Han secuestrado
a los cerdos de mi tía.
Jairo se quedó
mirándole como quien cree que le están tomando el pelo pero al verle llorando
desconsoladamente, sólo puede pensar que es tonta.
-Mari Pili, me
voy a coger la baja
-¿Qué?
-Estoy
gravemente enfermo, es confidencial, no quiero que nadie lo sepa, dijo al mismo
tiempo que supo que al decírselo a Mari
Pili había cavado su propia tumba.
-A ver Jairo…,
¿eres consciente de lo que acabo de contarte?.
-Mari Pili, me
estás hablando de unos cerdos.
-Jairo, llevan
más de una década con mi tía.
-Mari Pili, voy
a morir.
-Joder Jairo,
como te pasas…,no tienes ni pizca de tacto.
Jairo, suspiró,
los chicos estaban a salvo, era su oportunidad para despedirse disimuladamente.
-Chicos tengo
que hablar con vosotros.
Los niños
autistas seguían tocando los chinchines mirando al infinito como cuando un
pensamiento se convierte en sentimiento y ya no te deja escapatoria.
Jairo pensó que
sería mejor así.
-No volveré a
veros. Me voy a un sitio mágico a encontrar vuestra mirada.
Tras unos
segundos de infructuosa conexión, les miró con la tristeza más profunda del
abandonado que sabe que jamás vendrán a por él.
Él les
abandonaba y sin embargo pensaba, que eran ellos los que nunca habían estado
con él. No entendía por qué le comían los remordimientos.
No supo por qué
sintió una gran lástima por los cerdos de Obdulia, la tía de Mari Pili. Imaginó
que realmente les matarían o les venderían, no que fuesen a pedir un rescate. Así
que, antes de salir de casa se lo preguntó a Mari Pili.
-¿Han pedido un
rescate?.
-¿Rescate?, no,
un intercambio.
-¿De qué?.
-Devolverán los
cerdos si los niños tocan en las montañas la Donna e Mobile.
Jairo se quedó
durante un minuto entero atónito antes de preguntar:
-¿Martín?.
- Lo niega
tajantamente.
-Qué cosa más
rara….dijo Jairo mientras se alejaba pensando quien más podría haber hecho
semejante cosa.
Jairo se quedó
cuando menos inquieto. Era como si de repente tuviese que ocuparse de
demasiadas cosas antes de llevar a cabo su plan personal. Se sentía un poco
molesto incluso. ¿No había otro momento para secuestrar los cerdos?…se preguntó
para si.
Desde luego lo
que estaba claro es que era él el único que podría ensayar con los chavales
para que no lloviese más allá del valle de Lorna y más allá de las estrellas,
al otro lado del cielo. Tendría que hablar con la autoridad competente, eso no
era cosa de moco de pavo. Suponía que había unas directrices a seguir en estos
casos tan inusuales.
Antes de irse a
casa pensó que sería lo mejor hablar ya con ellos, antes de que le llamasen o
enviasen un burofax, si es que era así como se procedía.
Se acercó a la
oficina naranja. Un gran letrero se leía ya a lo lejos:
Oficina de la
autoridad de Lorna.
“De mañana no
pasa…”-pensó.
Una suave dosis de adrenalina recorrió su
cuerpo. Una suave dosis de vida.
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